domingo, 14 de diciembre de 2008

Qué es

Qué es.
¿Qué es esta fuerza extraña que con sus garras me retiene en la cama deshecha de varios días, en un domingo soleado, al final de una buena semana?
¿De quién es esa extraña voz que imita la mía y con su nefasta melodía me obliga a no despegarme de las sábanas durante horas, muchas, muchas horas de sueños, consciencia y semiconsciencia?
¿Qué vampiro surgido de un cuento terrorífico me ha sorbido la energía para decidir, para actuar, para pensar?

La visita de este maligno ser sin rostro ni voz propia se repite cada cierto tiempo, cuando menos me lo espero. Me asalta siempre en la madrugada, me desvelo, me despierto cuando las calles aún no están puestas y luego, cuando el sol enrojecido del alba justo empieza a bañar los tejados y las fachadas más altas, mi "amigo" me agarra, me arrastra a la cama, me tapa con la manta hasta la parte más alta de mi cuerpo y me habla, como una madre que no es mía, que no tiene hijos propios y los desea a toda costa, y me dice que no me vaya, que no la deje, que soy suya. Y mientras el mundo a mi alrededor sigue su curso ahí estoy yo, en un útero oscuro y pastoso, donde nada hay, más que destellos blancuzcos de tristeza y de miedo, y con espasmos involuntarios de mi cuerpo, pido que me dejen salir. Pero no es así, y en la espera, el mundo que conozco se desintegra, los lazos que lo sujetan son cortados con tijeras afiladas de plata de un brillo sospechoso, y dichos lazos, ya cercenados, ondulan hasta perderse de mi vista en direcciones contrarias. Todos, todos los lazos rotos, con la excepción de un cordón umbilical de tono verdoso que sale de mi vientre y rodea mi cuerpo asfixiándome. Alguien tira de él y mi estómago se resiente. Qué angustia, Dios.

Pero ahora que el sol se ha retirado, y estoy escribiendo esto, parece que la angustia se disipa, que el recuerdo pierde nitidez, y a su vez, importancia.

Y como siempre al terminar, la duda de si debo publicar lo escrito. Y como ya he estado demasiado aislado el día de hoy, pensando, lo publico finalmente, sin reparar en el significado del propio acto en sí.


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