sábado, 22 de noviembre de 2008

Gel

Trontolla l'ésser dins meu.
Les partícules es confonen en una munió de xocs, sotracs i giragonses, perquè volen traspassar la meva carn, la meva pell, i travessar l'aire que ens separa, per a penetrar en la teva carn i els teus ossos. Volen recórrer els teus nervis, les teves venes, els teus àtoms, i conquerir cada racó. Volen fondre's com la neu i impregnar-te de mi, volen posseir-te, volen que siguem la mateixa cosa.

Però no poden pas sortir. Això no les atura. Et busquen. I com que no poden fugir de mi, et busquen cap a dins, en la foscor dels meus records, dels meus desitjos. Et busquen entre la boira que cobreix com un vel la terra dels meus somnis. De vegades sembla que et troben, que albiren en la llunyania del meu seny una figura humana. S'hi apropen veloces. I no ets tu. Mai ets tu. I tornen a buscar. Sembla que et troben, confós, vagant pel regne de les figures arquetípiques. Però quan hi arriben... mai, mai ets tu.

La seva recerca és inútil, ho sé. Perquè ets un viatjant incansable. Perquè evites aquest món avorrit, el desprecies. Camines, corres, voles, a través de totes les realitats possibles. I les impossibles, també aquestes. I les meves partícules et segueixen, sempre un pas enrere, i no et troben mai. Jo deixo que facin. No puc aturar-les, ni convèncer-les de l'absurd del seu afany. Ja m'has fet entendre que, l'únic que puc fer, és esperar que siguis tu qui em busqui, qui em trobi, al bell mig de tota aquesta turbulència de partícules desordenades, desesperades, que envaeix el món.

Un cop, vaig sentir que algú deia, en veu baixa, que ens trobariem en una taverna, enclavada a la Terra del Gel. No sé què vol dir. Ja m'ho explicaràs.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Todos nosotros.


Tú y él.
Ella y yo.
Nosotros.
Los otros.
Todos los demás.

Lanzados al torbellino del tiempo
Surcamos este océano de hiel
Agitando nuestros remos
Sin saber muy bien por qué.

Quien dice que lo sabe, inconscientemente miente
Y quien lo sabe no lo dice; ya murió
Pues la última verdad es la muerte
(la primera soy yo).

Yo y tú.
Él y yo.
Yo y yo.
Y yo.
No nos conocemos.

martes, 11 de noviembre de 2008

11/11/08

Nunca podré saberlo a ciencia cierta, pero creo que los demás me ven como un tipo un poco infantil, caprichoso, incapaz de tomar decisiones y de asumir responsabilidades. Por ejemplo, cada vez que hay unas elecciones, sean del tipo que sean, tiendo a sentirme mal, porque todo el mundo vota a favor o en contra de X, por esta u otra razón. Y yo siempre tengo que decir: no, no he ido a votar. Y siento que me miran como un traidor, o como alguien que se deja llevar según sopla el viento.

Mi profesor de Antropología Filosófica no se cansa de repetir dogmáticamente que el hombre es el único ser que se hace a sí mismo, que tiene libertad, o cierta libertad, y que esa libertad radica en el amplio abanico de posibilidades que se le presentan para elegir. Yo creo que ese hombre repite las cosas como un loro. Yo creo, que nadie que haya experimentado esa libertad puede tener ganas de promulgarla tan felizmente y tantas veces, presentándola como algo bueno y maravilloso.

La gente en general, tiende a ceder la responsabilidad de su vida a otros. Su manutención se la deja al gobierno, su alma a Dios y sus pecados al Diablo. Quien no cree ni en Dios ni en el Diablo, ni en otras entidades que hagan su función, se queja a los médicos por no saber curarles, a sus padres por haberlos traído al mundo de esa manera, a sus profesores y tutores por haberlos educado mal. O culpan a la sociedad, a los ricos por hacerles sentir pobres, a las grandes empresas por hacerles gastar más de lo que deben. En general, se culpa a la cultura de los grandes males, haciendo ver que eso de la cultura, o la sociedad, es algo ajeno a uno mismo.

Pero yo he llegado a sentirme al margen de todo eso, de la cultura, de mis padres, mis educadores, de dios y hasta de mi propio cuerpo. Si yo he podido hacer eso, entonces cualquiera puede. Pero cualquiera que lo haya hecho, se da cuenta de que sus pasos no se apoyan en ningún sitio y sólo hace que caer. Cualquiera que haya tocado esa libertad con las manos de su mente, no podrá decir que es buena ni maravillosa. Cae sobre uno mismo la responsabilidad del mundo y de la propia vida, del futuro y del pasado y además, si uno no quiere volverse loco o ser tomado por ello, debe lidiar con las vidas de los demás, aprender a entender sus miradas y palabras y medir las suyas propias, como haciendo malabarismos sobre una cuerda floja que pende sobre un vertiginoso acantilado.

En esos momentos uno tiene TODAS las posibilidades sobre la mesa, de las más cómodas a las más sonadas, pasando por las más peligrosas, las más tristes, las más difíciles. Y en esos momentos uno se queda estático, temeroso, y se da cuenta de que nada de lo que hay fuera tiene sentido por sí solo, debe hacer un esfuerzo para discernir la posibilidad que más le conviene, no la correcta, porque no existe la posibilidad de error en esa situación. En esos dificilísimos momentos, nadie puede ayudarle a uno a tomar la decisión, está completamente solo. En esos momentos, no tiene cabida la palabra, no puede decirse nada. Toda opción es válida y toda acción carece de sentido.

Es difícil ir por el mundo con esa responsabilidad a cuestas, con esa supuesta libertad. Y más difícil es hacérsela entender al otro, que sólo conoce lo que ven sus ojos. Mientras yo sé que soy valiente, que me enfrento a mi vida, que cargo con todas las consecuencias de mis actos y de mis pensamientos, que indago en lugares nuevos y oscuros día sí y día también, que me conozco cada día más y más y que tengo mis razones para todo ello... mientras eso ocurre, soy consciente de que lo que se ve desde fuera no tiene nada que ver, y se produce un corte entre esas dos realidades que me golpea por todas partes, que me apuñala en cada contacto, ahí donde más duele, en el centro del alma, o sea lo que sea aquello que hace que yo sea yo. Y eso es lo que ocurre cuando digo que me he abstenido de votar y me miran raro, como si no tuviera otras cosas de las que preocuparme.


Por otro lado, el hablar estas cosas con alguien es otra manera de eludir responsabilidades, a mi modo de ver. Normalmente no tengo ninguna necesidad de hacerlo, de decir lo que pienso o contar lo que siento, porque son cosas que me atañen sólo a mí y nadie tiene tampoco la necesidad ni de saberlas, ni de sufrirlas. Tampoco tengo que demostrar nada, no tengo que rendir cuentas a nadie ni nadie tiene que rendírmelas a mí.

Pero confieso que hay momentos en que siento que he de eludir algunas responsabilidades, porque su peso me aplasta con el peligro de reducirme a la nada, o de llevarme por caminos verdaderamente peligrosos. El problema es que en esos momentos de casi desesperación, parece que he perdido todo contacto humano, o la realidad exterior no está en condiciones para recibirlas.

Este es uno de esos momentos. Y cedo esas responsabilidades a aquél o aquella que lea mis palabras. Así que me disculpo y lo agradezco de antemano.