Siempre odié a los quejicas.
Siempre odié a los arrogantes.
Siempre odié a los pesimistas.
A los que hablan sin decir nada.
A los que sólo piensan en sí mismos.
A los aburridos.
A los temerosos.
A los niños de papá y mamá.
A los indecisos.
A los conformistas.
A los que se hacen dependientes por comodidad.
A los que pretenden ser especiales.
A los deshonestos.
...y ahora no sé quitármelos de encima,
o de dentro, para no ser de los últimos.
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