Por motivos que no sabría enumerar, odio a esta sociedad y maldigo todas sus normas,
y sin embargo, aún tengo fe en las personas que la forman. Pero ¿existe eso a lo que llaman sociedad o es un ente ilusorio? ¿No es la historia de las sociedades lo que enseñan en las escuelas? Vagas generalizaciones que aniquilan la personalidad individual es lo que son, y siendo cada hombre, mujer y niño, cada animal, planta y roca, cada fragmento de materia, un punto único e irrepetible en el Universo, nos encargamos de encerrar en paquetes blindados e incoherentes las parcelas de realidad, de despreciar sabidurías que aportarían información valiosa si fuesen tomadas en cuenta, de corromper y contaminar nuestros instrumentos del pensar y del ver con reproducciones viejas y gastadas, pero maquilladas de novedad, dando una sensación de progreso. ¡Me río yo del progreso! Hay progreso cuando se avanza hacia un fin concreto, pero ¿cuál es ese fin ahora? Lo desconocido, lo incierto, la nada, la autodestrucción.
Me gustaría poder echar la culpa de esto a la política, o a las religiones, a la ciencia, o a las grandes corporaciones que manejan "el cotarro" con sus papeles supravalorados, pero esas entidades y muchísimas otras están formadas por personas, ¡personas, por Dios, como tú y como yo! Personas que han perdido su punto de vista único e irrepetible, su humanidad, para ceder su vida a unos valores y principios que están por encima de ellos, y que les protegen con una ley ilusoria e injusta muchas veces para "los otros". Y dicha ley es puesta allí en lo alto como algo sacrosanto e inquebrantable, algo eternamente verdadero, sin entender que sólo se mantiene ahí porque ellos la están aguantando con sus brazos, ya que de otra manera caería, se resquebrejaría, se partiría en pedazos hasta desaparecer. No existe la culpa, por tanto, sino que, a mi parecer, es solamente una gran demostración de estupidez e insensatez. Aunque sí haya, quizá, desalmados que apliquen su ley aún sabiendo que no es buena para otros, y para ellos desearía que hubiese infierno.
A partir de ahora me opondré radicalmente a las posturas radicales que intenten coartar a otras
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